Cuando nos
enfrentamos a la parálisis total del país en uno de sus momentos más
complicados, el principal partido de la oposición, PSOE, se dedica de nuevo a
mirarse el ombligo. El supuesto motivo que ha desencadenado la crisis interna
de los socialistas es su posición a votar en contra de la investidura de Rajoy
como presidente y el rechazo a aceptar el requisito de Podemos de un Referéndum
en Cataluña para formar un gobierno de izquierdas.
Desde el
primer momento Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y líder del partido
en la oposición, ha manifestado claramente su idea de votar no a la investidura
de Rajoy como también ha sido claro con Podemos. Sin embargo desde las filas
del partido socialista no han dudado ni un segundo en cuestionar la autoridad
del señor Sánchez.
Susana Díaz,
presidenta de la Junta de Andalucía, encabeza la negativa que está generando
tanta polémica en los medios de comunicación arropada por otros líderes
socialistas. La Presidenta ha sido clara y rotunda en sus declaraciones. El
problema es que no distan mucho del pensamiento de Pedro Sánchez pero si han
dan lugar al debate en uno de los peores momentos para el socialismo español.
El PSOE ha
pasado de de 110 escaños a 90, ha perdido votos en todas las Comunidades
Autónomos, incluso en la gobernada por Susana Díaz que presume de los buenos
resultados en Andalucía. Se enfrentan a dos meses difíciles en cuanto a
política de pactos. Para dialogar con Podemos ambas formaciones se van a poner
trabas y pactar con el PP supondría la pérdida total de su electorado. A esto
se le suma la incertidumbre del qué pasará y si se volverán a repetir las
elecciones.
Mientras
todo eso fluye en el exterior y la ciudadanía vive preocupada por las
consecuencias que pueda tener para su futuro, los socialistas, una vez más, dan
la espalda y se encierran en una nueva lucha de poder. En vez de apoyarse
mutuamente y dar la imagen de una oposición fuerte con un líder arropado, se
cuestionan los unos a los otros. La realidad es que la verdadera preocupación
es el aplazamiento del congreso ordinario a la espera de qué va a suceder.
Puede parecer lógico pero cuando se está más pendiente de ocupar un nuevo cargo
o conservar el que se tiene, las luchas de poder pueden quitar el sueño.